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  • El presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que al llegar a la presidencia en 2018 cambió de opinión y optó por mantener al Ejército en las calles, porque se dio cuenta de que los mexicanos estaban en la “indefensión”. Sin embargo, documentos, entrevistas y su propio libro muestran que en realidad ha cambiado de opinión varias veces. Desde el 2006 se ha manifestado a favor y en contra de la participación del Ejército en seguridad pública, según el foro. – En algún momento usted, presidente, mencionaba que, incluso en campaña, de llegar a la Presidencia haría que regresaran las Fuerzas Armadas o el Ejército, a los cuarteles, y que eso le llevaría los primeros seis meses de su gobierno. ¿Cambió usted de opinión?- le preguntaron. – Sí, cambié de opinión, ya viendo el problema que me heredaron. ¿Cómo enfrentar el problema de la inseguridad?– respondió este martes el presidente en Palacio Nacional. Al ser cuestionado si cambió de opinión sobre la presencia de militares en las calles, @lopezobrador_ dice que sí lo hizo al darse cuenta del "problema que le heredaron". pic.twitter.com/cxotJude39 — Animal Político (@Pajaropolitico) September 6, 2022 Un cable de WikiLeaks señala que en 2006 López Obrador se reunió con el embajador estadounidense Antonio Garza y le dijo que él quería dar más poder y autoridad a los militares para realizar operaciones contra el narcotráfico, porque a su parecer era la corporación menos corrupta entre los organismos de seguridad del país, y podía ser la más efectiva. Una idea con la que ahora también defiende que la Guardia Nacional pase bajo el control operativo y administrativo de la Secretaría de Defensa Nacional (Sedena), aunque activistas y organizaciones señalan que esto va contra lo estipulado en la Constitución, respecto a que sea una corporación civil. Según el cable, López Obrador le expresó a Garza que mantener al Ejército en las calles requería una reforma constitucional, aunque estaba seguro de lograrla; además comentó que eliminaría la Secretaría de Seguridad Pública, para que la Policía Federal y la agencia CISEN pasaran a Gobernación. Años después, en 2017, previo a ganar la presidencia, López Obrador planteó en su libro La Salida que “se sumarán el Ejército y la Marina al esfuerzo de garantizar la seguridad pública”. Además, planteó desde entonces la creación de la Guardia Nacional “con el apoyo de los 220 mil soldados y 30,000 marinos que en la actualidad permanecen organizados bajo el mando de oficiales del Ejército y la Marina, en regiones, zonas, batallones y otros agrupamientos menores. “En suma, se trata de aprovechar el conocimiento, la disciplina de esta fuerza, así como todos sus recursos materiales (vehículos, cuarteles e instalaciones) con el propósito de garantizar la seguridad de los mexicanos y serenar al país”. El ahora presidente, en la conferencia de este 6 de septiembre, recordó que en este libro “ya hablaba yo de la posibilidad de que el Ejército ayudara en tareas de seguridad pública, lo planteé, pero todavía lo pensé en la campaña, y ya cuando llegué al gobierno y vi de que no había seguridad para la gente, el pueblo de México estaba en estado de indefensión, lo que había era un combate a bandas de narcotráfico de manera selectiva”. En esta nota previa te comentamos las inconsistencias que ha tenido López Obrador en su discurso sobre emplear al Ejército en tareas de seguridad pública. En marzo de 2011, al presentar su Proyecto Alternativo de Nación, habló de que gradualmente se retirará el Ejército y la Marina del combate al narcotráfico”. Un año después, en un mensaje que se difundió el 6 de febrero de 2012, el ahora presidente afirmó que “tenemos que ir sacando al Ejército de las calles, el Ejército no está preparado para esta función, es otro su encargo: defender la soberanía nacional”. Y continuó: “No debe seguirse exponiendo al Ejército, es una institución que debemos cuidar todos, no socavar. Regresar al Ejército en la medida que se va profesionalizando la policía y eso nos llevará seis meses”. En un tuit del 19 de febrero del 2013, afirmó que era “perverso que los potentados utilicen al Ejército para enfrentar el problema de la inseguridad que ellos crearon por dedicarse a saquear”. El 8 de diciembre de 2016 López Obrador llamó a “no continuar con la política coercitiva” y aseguró que “no se resuelve nada con el uso del Ejército, Marina, policías, cárceles, amenazas de mano dura, con leyes más severas, dado que la paz y la tranquilidad son frutos de la justicia”. Como ya mencionamos, en 2017 en su libro habló de sumar al Ejército y la Marina al esfuerzo de garantizar la seguridad pública, y de crear una Guardia Nacional militarizada. Luego en una emisión del programa de Tercer Grado de Televisa, en 2018, negó haber planteado alguna vez que el Ejército regresara a los cuarteles, aunque sí lo había hecho. Y ahora incluso señala que estaría de acuerdo con una iniciativa priista que plantea mantener a las Fuerzas Armadas en las calles para seguridad pública hasta el 2028. Los influencers han generado una industria de “moda rápida” que mueve más de US$21.000 millones, pero algunos creen que su popularidad llegó a su límite. En 2019, Diana Wiebe estaba inmersa en las redes sociales cuando se encontró con una influencer que promocionaba unos rizadores sin calor. “Eran rizadores con los que podías dormir toda la noche y la promesa era despertarte con unos rizos preciosos”, le cuenta a la BBC. Fue uno de los muchos productos que TikTok le influyó para comprar, pero al igual que muchos otros, incluidas cremas para la piel y exfoliantes faciales, rápidamente se dio cuenta de que no los necesitaba. “Para ser sincera, los rizadores interrumpieron mi sueño y los usé una sola noche”, dice, y agrega: “Mi cabello es naturalmente ondulado, así que creo que el rizador en realidad me dio demasiados rulos”. Avanzamos hasta 2025 y Wiebe, quien vive en Ohio, ahora es una influencer, pero hay una diferencia entre ella y muchas otras. Ella está tratando de “desinfluir” a sus seguidores para que no compren cosas que no necesitan. En sus videos diarios de TikTok, la creadora de contenido, que tiene más de 200 mil seguidores en la aplicación, hace preguntas como “¿querías ese producto antes de que te lo ofrecieran?” y recuerda a sus seguidores que las compras de ropa semanales y mensuales no son normales. La cultura del haul es un tipo específico de contenido de redes sociales que se originó en YouTube en el que alguien muestra sus últimas compras, generalmente de ropa, a sus seguidores. Wiebe es parte de un movimiento que crece desde 2023 y que rechaza la cultura tradicional de los influencers. Ha explotado en TikTok con el hashtag #deinfluencing, acumulando más de mil millones de visitas. Junto con hashtags como “núcleo del subconsumo” y “consumidor consciente”, comparten mensajes clave, como: “La moda rápida no te hará elegante” y “el subconsumo es el consumo normal”. A medida que arranca el 2025, Wiebe cree que la corriente cultural está cambiando y que los influencers han alcanzado su cima de popularidad. “Algunos de los contenidos de los influencers son simplemente una provocación para causar ira”, dice, haciendo referencia a la táctica de internet de publicar contenido para incitar el enojo y generar visitas. TikTok se ha convertido en la plataforma por defecto para los influencers, pero, dado que la aplicación se enfrenta a un futuro incierto en Estados Unidos, Wiebe cree que es un momento de cambio. “No sé cuál será el futuro de TikTok, pero el tipo de influencia que vemos allí no se da en otras aplicaciones”, afirma, y menciona lo prolífico que se ha vuelto el contenido de compras en TikTok, en comparación con otras plataformas como Instagram. Wiebe cree que este cambio se debe a una mayor conciencia de lo que realmente hacen los influencers. “Cuando empecé a ver más anuncios en mi muro de TikTok, pensé en todo lo que había comprado en los últimos años gracias a las reseñas de los influencers”, afirma. “De repente me di cuenta de que todo era publicidad, desde contenido promocional pagado hasta creadores que compartían sus compras”. “No es como ver la televisión, donde puedes reconocer un anuncio. Con los influencers te sientes como si estuvieras escuchando a un amigo o familiar porque vemos a nuestros TikTokers favoritos como personas que conocemos”, señala. La mayoría de las interacciones de Wiebe en línea son positivas, con comentarios como: “Necesitaba escuchar este consejo hoy”. Sin embargo, otros se preguntan por qué siente la necesidad de entrometerse en los hábitos de compra de otras personas. Wiebe insiste en que no está abogando por un estilo de vida de “no comprar”. En cambio, se describe a sí misma como partidaria de “desacelerar y pensar bien las compras en vez de apresurarse”. Su consejo es opuesto al conocido eslogan de los influencers que animan a sus seguidores a “correr, no caminar” para comprar el último producto. Esta misma mentalidad llevó a Christina Mychaskiw a adoptar un enfoque más consciente a la hora de gastar. A través de sus publicaciones en YouTube, TikTok e Instagram, su objetivo es ayudar a otras personas a vivir una vida plena sin arruinarse. Mychaskiw dice que sabe de primera mano lo poderosos que pueden ser los influencers. “En 2019, tenía una deuda de 120 mil dólares canadienses (US$83.000) por préstamos estudiantiles y seguía comprando semana tras semana. Toqué fondo cuando compré un par de botas que costaban más que mi alquiler, aunque sabía que no podía pagarlas”. La creadora de contenidos, que vive en Toronto, dice que se sentía atrapada en un ciclo de “Instagram versus realidad”, según le cuenta a la BBC. “Tenía una idea de cómo debería ser mi vida en función de mi carrera y de lo que hacían mis compañeros”. Mychaskiw suele hablar de este tema en su podcast, donde escucha a sus oyentes hablar de su lucha contra la presión constante de comprar y la decepción cuando los productos no cumplen n sucos expectativas. “La gente ya no ve el valor de lo que compra. La promesa de estos artículos simplemente no está a la altura de las expectativas. Parece que todo es cada vez más caro, pero de menor calidad y menos satisfactorio”. Mychaskiw no quiere que la gente cometa el mismo error que ella, que en un principio abandonó el consumo de golpe y llevó una vida minimalista, lo que, según ella, la hacía sentir miserable. Desde entonces, ha llegado a un punto intermedio: se da un capricho de vez en cuando, pero se recuerda a sí misma que antes de ir de compras debe “revisar su armario”. La creadora de contenido ya ha cancelado su deuda estudiantil. ¿Su consejo para los demás? “Suelta el teléfono. Navegar y consumir contenido constantemente te hace más propenso a ceder a los mensajes subliminales”, dice. “Deja el teléfono, toca el césped, juega con tu vestuario y usa lo que ya tienes para crear looks divertidos. Tal vez te des cuenta de que lo que tienes es suficientemente bueno”. Te interesa: ¿Qué es la ‘ecoansiedad’ y cómo podemos manejarla? Recomendaciones para promover la acción climática Según la estilista Lucinda Graham, consumir constantemente moda rápida no solo es malo para las finanzas y el medio ambiente, sino también para el estilo personal. “Piénsalo como si estuvieras cocinando”, le dice a la BBC. “Si preparas algo rápido, está bueno, pero no puede competir con un plato que se ha cocinado con cuidado y esfuerzo. Lo mismo ocurre con la moda rápida en comparación con un vestuario que ha sido cuidadosamente elegido”. Graham aconseja a quienes estén buscando su propio estilo que sean pacientes. “El estilo personal necesita tiempo para desarrollarse y experimentar con las mismas prendas. También se trata, fundamentalmente, de comprar lo que te gusta, en lugar de lo que sigue la tendencia”, afirma. “Cuando los influencers nos convencen de que compremos ropa, compramos artículos que representan el estilo de vida de otra persona e intentamos emular su vida, pero eso no da como resultado un vestuario práctico”. El enfoque de Graham implica que es deliberada a la hora de comprar nuevas prendas y valora dejar que sus prendas “envejezcan” con el tiempo. “Tengo una chaqueta que tengo desde hace seis años y me encanta combinarla”, explica. “Es agradable ver cómo cambia la ropa. Ahora mismo, las chaquetas de carpintero usadas y los pantalones Carhartt desgastados están de moda, pero en lugar de comprarlos en una tienda vintage, ¿por qué no comprar un par y dejar que envejezcan con el tiempo?”. Ella dice que lo mismo se aplica a las tendencias: “La moda rápida nunca será auténtica. Si nos fijamos en el desaseo indie, por ejemplo, esos looks clásicos provienen de personas que realmente viven ese estilo de vida, no porque hayan comprado jeans rotos en línea”. “La clave para romper ese ciclo y descubrir qué te gusta es hacer compras más intencionales, eliminando las pequeñas e impulsivas”. Es difícil determinar si el movimiento de desifluencers está afectando a las marcas. Sabemos que gigantes en línea como Asos, Boohoo y Pretty Little Thing han luchado con la caída de la demanda y los cambios en los hábitos de los consumidores en los últimos años. Sin embargo, no olvidemos que muchos muros todavía están inundados de influencers. En 2023, se estimó que la industria global del marketing de influencers valía 21 mil 100 millones de dólares, más del doble de su tamaño en 2019. En opinión de la estilista Aja Barber, dado que la creación de contenido todavía se considera una carrera a la que aspirar, aún no hemos alcanzado el “pico influencer”. Barber es autora del libro Consumido: sobre el colonialismo, el cambio climático, el consumismo y la necesidad de un cambio colectivo; cree que el movimiento de desinfluencia es útil, pero opina que el tema debe instalarse fuera de internet para cambiar el modo de gastar de la gente. La autora, que también es editora colaboradora de la revista Elle, dice que todos tenemos un papel que desempeñar. “Desde los multimillonarios propietarios de empresas hasta los influencers y nosotros como consumidores”, le dice a la BBC. “En las redes sociales, un empleado de correos se puso en contacto conmigo y me dijo que había entregado un paquete del minorista de moda rápida en línea Shein en una casa 17 veces en un mes”. Algunas estimaciones sugieren que cada año se producen en todo el mundo más de 100 mil millones de prendas de vestir, y más de la mitad acaba en vertederos en un plazo de 12 meses. A menudo, la ropa que no se usa se exporta a países africanos y asiáticos, donde se desecha hasta el 40% en lugar de revenderla, lo que, según las organizaciones benéficas, ha contribuido a la contaminación del agua, generando riesgos para la salud. Ya ha pasado casi un siglo desde los años 30, cuando las mujeres poseían alrededor de 60 prendas de vestir y compraban cinco nuevas al año. Al reflexionar sobre cómo han cambiado las cosas, Barber dice que “el objetivo es vender la mayor cantidad posible de productos. Tenemos que ser realistas respecto del daño que los individuos comunes están haciendo con la idea de que podemos simplemente consumir y consumir sin que esto tenga un impacto negativo. Eso no es cierto”. Haz clic aquí para leer más historias de BBC News Mundo. Suscríbete aquí a nuestro nuevo newsletter para recibir cada viernes una selección de nuestro mejor contenido de la semana. También puedes seguirnos en YouTube, Instagram, TikTok, X, Facebook y en nuestro nuevo canal de WhatsApp, donde encontrarás noticias de última hora y nuestro mejor contenido. Y recuerda que puedes recibir notificaciones en nuestra app. Descarga la última versión y actívalas.
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